Casandra: La profetisa a la que nadie le creyó

Casandra fue hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya, y hermana de figuras tan reconocidas como París y Héctor. A pesar de su linaje noble, su historia no es de gloria ni de triunfo, sino de una condena cruel envuelta en sabiduría ignorada y verdades silenciadas.

Siendo sacerdotisa del dios Apolo, este se enamoró de su belleza y trató de seducirla. Casandra, astuta, acordó con el dios un trato: él le concedería el don de la adivinación a cambio de una unión carnal.

Retrato de George Romney: Emma Hamilton en el papel de Cassandra.

Sin embargo, una vez que obtuvo el don, lo rechazó. Apolo, furioso, no le quitó la habilidad de ver el futuro, pero sí maldijo su voz: nadie jamás creería en sus predicciones.

Así fue como Casandra previó la caída de Troya, el engaño del caballo de madera y la destrucción de su pueblo… pero nadie la escuchó.

Tras la caída de la ciudad, fue tomada como botín de guerra. Algunas versiones cuentan que, aferrada a una estatua de Atenea para protegerse, fue violentada por el guerrero Áyax. Ya sea que la arrastrara o la profanara en el mismo templo, lo cierto es que los dioses no perdonaron esta falta: el barco de Áyax fue destruido en el mar como castigo.

Después, Casandra fue entregada al rey Agamenón de Micenas. Y otra vez, su don fue ignorado. Casandra vio su muerte y la del rey a manos de Clitemnestra y su amante Egisto. Se lo advirtió, le contó todo… pero una vez más, nadie le creyó. Agamenón cayó en su trampa, ofendió a los dioses pisando un manto púrpura y fue asesinado junto a Casandra por los amantes.

Este mito, más allá de lo trágico, nos muestra una verdad dolorosa que sigue resonando en la actualidad. En el artículo “El silencio femenino en el mito griego de Casandra” de Nazira Álvarez Espinoza, se expone cómo la figura de Casandra representa la condena cultural del discurso femenino. En la Grecia antigua, la mujer virtuosa era silenciosa; y la que hablaba, aunque dijera la verdad, era desestimada. Hoy en día, el mito sigue vivo en la figura de la mujer que advierte, que ve venir el desastre, pero a quien llaman exagerada, paranoica o loca.

Casandra fue lo suficientemente inteligente para engañar a un dios, pero no pudo escapar al precio de su osadía. Su don, que parecía un regalo, fue su mayor castigo: conocer el futuro sin poder cambiarlo. Saber la verdad y que nadie escuche. Ser una voz ignorada en un mundo que no quiere oír.

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